Los primeros tiempos fueron los peores.Aprender a vivir sola no había sido nada fácil. Las noches eran largas. Los ruidos que antes pasaban desapercibidos la asustaban, dejando paralizado, por unos instantes, su corazón. No podía desperezarse de la tristeza que la poseía hasta lo más recóndito de su persona, desesperadamente, igual que un náufrago se agarra a una simple tabla de madera que puede salvarle la vida o llevarla a lo más profundo del océano. La rutina de la semana era llevadera y los fines de semana un infierno. Superar cada domingo se había convertido en un reto. Después de comer montaba en el coche y acababa la ruta aparcando en algún lugar familiar, sin darse ni cuenta. No elegía su cerebro, su voluntad antigua lo hacía por ella. Y comenzaba a mirar todo a su alrededor como si lo estuviese descubriendo por primera vez. Se fijaba en las caras de la gente que caminaba por su lado tratando de adivinar, si como ella, escondían un sufrir. Y más de una vez se le habían escapado unas lágrimas furtivas cuando veía a alguna pareja abrazándose. A sus ojos ya todo era diferente. La felicidad que había sentido anteriormente se le había escurrido de las manos sin apenas enterarse.Estaba sola. Y su corazón era un desierto.Aprendió a vivir de nuevo, despacio, cogida de la mano de su familia, de sus amigos, como el niño que aprende a dar sus primeros pasos. Y un día su nueva vida empezó a resultarle familiar, aprendió a quererla y a disfrutarla. Caminaba por la casa a oscuras cuando el sueño no aparecía disfrutando de aquella penumbra, se asomaba a la ventana y hasta las farolas de la calle le parecían hermosas y amigas. Se dejaba llenar por todas las luces, tratando de rellenar la energía que había desprendido su cuerpo. En aquella época lo que sin duda más le gustaba era ir a la playa. Sí, algún día incluso hasta se aventuraba a ir en bicicleta. Llegaba muerta pero con un buen chapuzón quedaba lista para emprender más tarde el viaje de regreso, contenta de haberlo conseguido. Una de aquellas tardes llegando ya al arenal de la playa de Seselle sus ojos descubrieron una pequeña amapola al borde del camino, enraizada en la acera y bamboleándose por el viento que soplaba del norte. Sin pensarlo ni un segundo se bajó de la bicicleta, la apoyó en la acera y se agachó a recogerla. No pudo soportar la idea de que fuera a terminar su corta vida atropellada por la rueda de cualquier coche desaprensivo o en la mano de cualquier persona que no fuese capaz de admirar su belleza tan efímera. La arrancó con sumo cuidado y después de acariciarla la guardó como un tesoro entre las páginas del libro que llevaba para leer.Habían pasado ya algunos años. Hoy, curioseando en la sala de estar, se acercó a la estantería y abrió “La mujer rota” de Simone de Beauvoir. Allí estaba su pequeña flor. La sostuvo de nuevo en la mano como aquella tarde y se le ocurrió enviársela a Enredada de regalo. La envolvió en papel de seda, la metió en un sobre y también le escribió una nota:La magia de algunos instantes siempre permanecerá en nosotros.
Publicado por Aldabra
Este escrito es de Aldabra, lo encontré recién...lo comparto con todos porque me emocioné hasta las lágrimas....porque vos, estás... cuando más te necesito.
GRACIAS ALDABRA POR ESTE REGALO, ESTE TESORO, ESTE CARIÑO,
GRACIAS GRACIAS
4 enredados:
Bello, muy bello Aldabra... gracias por ese regalo a Ró que seguramente alegró su alma
"Amapola de Aldabra", bello y fragil y sentido, ya desde el título.
Enre, eres como una hermana de letras de todos y por eso todos esperamos que el gesto de Aldabra sonría en tu alma.
Propongo: asi como hay premios entre bloggers, listemos regalos. Como primero, esta flor de frágil aspecto y fuerte sentimiento. Regalemosnos una obra dedicada, con título propio, pero enmarcada en el cuadro de la "Amapola de Aldabra".
Aldabra es sabia...y este regalo es muy hermoso. Y tu lo haces más grande aún, publicándolo aquí.
Cuidarte mucho. Un beso muy fuerte.
¡Tienes que escribir!
me ha gustado, un precioso detalle, amigos así hay pocos
un abrazo
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